Gracias por tu pregunta sobre la oración de petición. Como dices, no es fácil comprender cómo se concilia la oración de petición y el compromiso cristiano de buscar y hacer en todo momento la voluntad de Dios.
Lo primero que se me ocurre decirte es que hay que comprender bien la oración de petición. No pedimos para informar a Dios, él está ya bien informado de todo lo que necesitamos. Un ejemplo de esto lo tenemos en el texto del Evangelio en el que Jesús nos recomienda: “rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,38). En el versículo anterior Jesús dice: “la mies es mucha y los obreros pocos”. Luego, Jesús está bien informado de la situación. Sin embargo, nos recomienda la oración de petición porque Dios ha querido vincular sus dones a nuestra plegaria. Es decir, que en el plan de Dios sobre el mundo y sobre cada uno de nosotros entra la oración de petición. Dios, que sabe lo que necesitamos, está esperando que le pidamos para concedérnoslo.
Y esto ¿por qué? Seguramente, porque Dios sabe que la oración de petición ensancha nuestro corazón. Cuando más pedimos más crece el deseo de recibir el don y entonces estamos mejor preparados para que él nos lo dé. Con un deseo de baja intensidad no recibiríamos bien todo lo que Dios quiere darnos, que supera con creces nuestras expectativas.
Pero entonces viene otra pregunta: ¿Por qué pedir si Dios ya tiene pensado lo que quiere darnos? ¿Acaso pedimos para cambiar la voluntad de Dios? No, la oración de petición no es como “echarle un pulso a Dios”, a ver quién puede más. Aunque Dios no nos dé exactamente lo que pedimos, ni en el momento en el que se lo pedimos, si se lo pedimos con humildad y perseverancia, Dios nos lo dará de un modo infinitamente superior. Para comprender esto, tenemos la oración de Jesús en el huerto de los olivos: “Padre, todo te es posible, pase de mi este cáliz, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mc 14,36). Podríamos pensar que Dios Padre no escuchó la oración de Jesús, porque Jesús tuvo que sufrir una pasión muy dolorosa, es decir, que se tuvo que beber el cáliz hasta el final. Sin embargo, a los tres días de su muerte resucitó. Ese fue el momento en el que Dios Padre escuchó la oración del huerto, pero cumplió el deseo de Jesús de una manera infinitamente superior y sobreabundante.
No hemos de pedir, por lo tanto, para cambiar la voluntad de Dios, sino para saber aceptarla, con la confianza de que es lo mejor para nosotros, aunque muchas veces nos desagrade y no se corresponda con los deseos inmediatos de nuestro corazón. Fíjate en el orden de las siete peticiones que hacemos en el Padrenuestro. Dios quiere que le pidamos el pan de cada día, pero antes hemos tenido que decir: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Este orden de las peticiones del Padrenuestro es muy importante y no debemos alterarlo.
Te anímo, por lo tanto, a que sigas pidiendo a Dios, con humildad y perseverancia, todo lo que necesitas para ti y para las personas que quieres. Tu oración nunca quedará sin respuesta. Dios la escuchará y te contestará a su modo y a su tiempo. Piensa en un niño pequeño que quiere jugar con las tijeras. Su padre no se las da, porque podría cortarse con ellas. El niño podría pensar: “qué malo es mi padre que no me da lo que le pido”, sin embargo, el padre está haciendo lo mejor para su hijo. Cuando sea más mayor, se las dará sin problema. Entonces se cumplirá el deseo del hijo.
Ninguno de tus deseos quedará frustrado, si te haces pequeña delante de Dios y confías en él. Así que ¡ten mucho ánimo y mucha fe! Y de paso, ya que vas a seguir pidiendo cosas a Dios, acuérdate de pedir por mí.
Un fuerte abrazo.
Antonio Prieto Lucena
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